viernes, 10 de diciembre de 2010

El secreto y la mentira de los derechos humanos de “todos” - por José Ignacio Calleja

   El ambiguo estado de los derechos humanos en el mundo nos urge a preguntar mil veces por esta cuestión mayor de la vida en común. ¿Faltará alguna palabra que decir sobre ellos? Hace un tiempo, no sé cuántos años, yo no me sentía demasiado atraído por la reflexión sobre los derechos humanos. La sentía tan teórica y manipulada que me acercaba a ella como a regañadientes. Hay que ser falsos, –pensaba–, para hablar así del ser humano sin enmudecer al ver un telediario. Lo sigo pensando.
            Un día, tampoco sé bien cuándo ni importa ahora, leí un texto de Ignacio Ellacuría y al poco otro de Juan Luis Segundo. Son teólogos de la liberación, como el lector sabe, y  allí aprecié algo en lo que no había pensado. Era esta idea, o quizá más que una idea, una máxima vital: “Nunca digan que los pobres han perdido la dignidad humana, ni en situaciones extremas, pues la dignidad de su ser personas es lo único que les queda contra la opresión y el olvido”. Y seguían estos maestros de lo mejor de la vida en común con su intuición irrenunciable: “La dignidad, –venían a decir–, es lo único que le queda al ser humano más pobre, a la víctima de la mayor injusticia, para rebelarse cuando se lo han quitado todo”. Poco después, o quizá antes, ¡qué más da!, leí esto mismo en nuestro Juan Luis Ruiz de la Peña. Sólo por esto, descanse en paz. Se lo merece.
          Y es verdad. La dignidad del ser humano, esa realidad óntica y moral que se expresa como inteligencia y libertad, y de la que derivan nuestros derechos fundamentales, es nuestro bien por excelencia; y en su excelencia única, es la realidad que nadie puede negar para defender sus propios derechos. Esto es lo que hay detrás de una ética civil y de una democracia política. Y esto es lo que cuestiona de manera absoluta la “justicia” de la legalidad internacional y la perversa manera de resolver hoy, por ejemplo, la crisis económica y su reparto de esfuerzos. 
          Es sabido que la distancia que media entre los principios éticos y la realidad social hay que salvarla con sabiduría política y moral. Es decir, hay que tener habilidad política para conseguir el equilibrio posible, en un lugar y momento determinados, entre los recursos de todo tipo y los diversos objetivos sociales. Este equilibrio social  tiene siempre un hilo conductor en su moralidad y su realismo. No es otro que el respeto de la dignidad y los derechos humanos de todos, y su primera medida, las necesidades más fundamentales de la gente más pobre y débil. Con discernimiento sobre las responsabilidades personales, y con exigencia en su caso, desde luego que sí; pero con las necesidades y libertades de los más débiles en el centro. Sin los más pobres y débiles, no hay dignidad humana para los demás. Sería una nueva manera de amurallar el castillo del señor feudal.
           Como yo procedo del mundo cristiano y católico, es lógico que reclame una posición absolutamente firme de la Iglesia en cuanto a la dignidad humana, con todas sus consecuencias personales y sociales. Hace tiempo, demasiado, que el discurso moral de la Iglesia Católica es rotundo en cuanto a la dignidad humana de todos, pero muy pobre en sus consecuencias sociales para ella y para el mundo. No son ganas de polémica. Lo digo porque me importa mucho.
 José Ignacio Calleja Sáenz de Navarrete
Experto en Moral Social Cristiana
Vitoria-Gasteiz.

martes, 7 de diciembre de 2010

Formosa: Hipocresía, discriminación y muertes - por Adolfo Pérez Esquivel

En la Argentina los pueblos indígenas son discriminados, silenciados y sometidos a un genocidio silencioso a través del tiempo, expulsándolos de sus tierras ancestrales, destruyendo la biodiversidad de los montes, esencial para su vida y sustento.

No se les reconoce su identidad, ni valoran sus culturas; viven arrinconados sin protección alguna y sufren la represión, en éste caso concreto en la Comunidad QOM La Primavera, en Formosa. De víctimas, los indígenas han pasado a ser acusados de ser los victimarios, con la complicidad de jueces y el gobernador de la provincia de Formosa, un terrateniente feudal que maneja la provincia de acuerdo a sus intereses.

Las consecuencias de la fuerte represión policial ordenada por el juez y el gobernador, Gildo Insfrán, su ministro de gobierno, Jorge Gonzáles, el comisario de Laguna Blanca, Ricardo Cajes, es el asesinato de dos miembros de la comunidad Qom, Sixto Gómez y Roberto López, el día 23 de noviembre y la quema de 17 casas dejándolos en la total indigencia, donde continúan siendo amenazados.

A Buenos Aires llegó Félix Díaz, líder de la comunidad, reclamando el derecho de su pueblo; quien salvó su vida gracias a la ayuda de sus hijos que lo ocultaron en el monte para impedir que lo asesine la policía. Félix intenta tener una entrevista con la Presidenta Cristina Fernández, esperemos pueda lograrla y reclamar el fin de la represión y el respeto a sus tierras según lo establece la Ley 23.160 de Emergencia de Tierras de las Comunidades Originarias del país.

Desde los ámbitos oficiales provinciales y nacional se enarbolan banderas en defensa de los derechos humanos, que se acota a la época de la dictadura militar desde 1976 a 1983, pero no se quiere mirar la situación actual de los derechos humanos que con absoluta impunidad continúan violándolos, como la Constitución Nacional, la Convención Internacional de los pueblos indígenas, proclamado por la ONU y la Convención 169 de la OIT-

Esto que señalo no es nuevo, es un grave problema estructural que viene desde hace muchos años, podríamos decir desde la conquista y la independencia como nación, que ha cumplido el Bicentenario para algunos, mientras los pueblos originarios continúan excluidos y discriminados.

Todo el manejo hipócrita de la gobernación de Formosa y las graves consecuencias que vive la Comunidad Qom, me recuerda a T. Mentón cuando señala que: “La mayor necesidad de nuestro tiempo es limpiar la enorme basura mental y emocional que atasca nuestras mentes y convierte toda vida política y social en una enfermedad de masas. Sin esa limpieza doméstica no podemos empezar a ver. Si no vemos, no podemos pensar”.

Hay mucha basura mental y debemos actuar rápidamente para evitar mayores males, como es la apropiación de las tierras de los hermanos indígenas en todo el territorio nacional

Reclamamos la intervención de la Provincia de Formosa, la renuncia del gobernador Insfrán y de su ministro de gobierno Jorge Gonzáles, con quien me entrevisté en Buenos Aires hace aproximadamente dos meses para tratar el problema de las comunidades en Formosa y terminó asumiendo la represión en lugar de una solución, beneficiando al terrateniente que quiere apropiarse de las tierras, Cecilio, Pedro y Ariel Celía, siendo uno de ellos el que disparó primero contra Félix Díaz

Reclamamos la destitución y procesamiento del comisario de Laguna Blanca y los policías que intervinieron en la represión y muerte de los hermanos de la comunidad La Primavera, habiendo llegado más de cien policías a caballo y de otras reparticiones de la provincia, mientras la gendarmería nacional se instalaba como espectadora y no para evitar la represión.

El gobierno de la provincia de Formosa es aliado del gobierno nacional, pertenece al mismo partido peronista K. El gobierno nacional tiene que tener claro que sostener a una gobernación que reprime y margina a los pueblos originarios no es ético, ni bueno para el mismo gobierno y el país, al que contaminan con la basura mental y acciones facinerosas y represivas.

He tratado estos días de comunicarme con el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, en Casa de Gobierno, sin resultado alguno, pareciera que frente a éstos conflictos los teléfonos y celulares están “ocupados para no oír, ni ver”.

El reclamo que quería hacerle es: el envío urgente de una comisión investigadora para determinar los responsables de los asesinatos, la quema de viviendas y se respete el derecho de los pueblos originarios y enviarles ayuda humanitaria, les falta agua y alimentos y reponer sus bienes quemados por la policía y los matones Celía. La gendarmería nacional es dirigida y dependiente del gobierno nacional, debe dar orden de protección a la Comunidad La Primavera y evitar mayores males. Estas desgracias pasan en el país y el gobierno sabe que en Formosa su aliado Insfráin no lo va a hacer.

El gobierno trata de “negociar” frente a la grave situación, entre el gobernador y la comunidad La Primavera, es decir en romance campero, “les quieren enroscar la víbora”; no deben caer en negociar con los asesinos; es necesario tener claridad conceptual y mucha firmeza, los crímenes cometidos contra los indígenas y la destrucción y quema de las casas no pueden quedar en la impunidad.

Es necesario señalar que viajaron a la Comunidad la Primavera, algunos diputados, representantes del INADI, de organismos de derechos humanos, Amnesty Internacional llevando solidaridad y apoyo, pero no es suficiente, hay que encontrar soluciones permanentes y el derecho de verdad y justicia.

La pregunta es si tiene que haber muertos y heridos, donde la desgracia y el dolor se instale para que los funcionarios del gobierno reaccionen y piensen qué van hacer para paliar o lo que es peor silenciar el dolor de los pueblos originarios, para que nada cambie.

La Argentina no es soberana, nos han transformado en feudos medioevales. Tengo que señalar que otros gobernadores hacen lo que quieren y no lo que deben, como en La Rioja y San Juan, que actúan como feudos y desconocen la ley nacional de protección de los glaciares para beneficiar a sus socios y aliados de empresas transnacionales mineras como la Barry-gold y La Alumbrera.

¿Bicentenario, democracia, derechos humanos, para quien? Debemos liberar la palabra para comprender qué estamos viviendo. El antiguo proverbio dice: “El pez no ve el agua, porque vive en ella” y muchas veces el agua está contaminada y podrida y no se ve.

Buenos Aires, 2 de diciembre del 2010

- Adolfo Pérez Esquivel es Premio Nobel de la Paz 1980.
 


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