lunes, 5 de agosto de 2013

Llegó como Bergoglio y se fue como Francisco

Jorge Gerbaldo
A Río de Janeiro, llegó siendo Bergoglio y se fue como el Papa Francisco.
            A la Jornada Mundial de las Juventudes, en Río 2013, llegó casi obligado por las circunstancias, un Papa con un viaje organizado por otro y sin haber sido quien eligió la sede para este año.
A pesar de ello, no le era una tierra desconocida. Dicen los analistas que en Aparecida, Bergoglio fundó su imagen de pastor internacional al influir fuertemente en texto final del documento de la Conferencia de Obispos del CELAM.
Francisco, fue electo Obispo de Roma, siendo casi desconocido en el mundo católico. Pero parece que no lo era para los cardenales luego de su participación en las reuniones previas al Conclave. Y también parece que fue electo casi con una misión: concluir aquello que no pudo Benedicto por “falta de fuerzas” según su propio mensaje.
Desde el 13 de marzo, en que fuera designado por sus hermanos como Papa, Bergoglio ha comenzado una meditada actividad en pos de modificar estructuras que estaban siendo, con razón, profundamente cuestionadas. El nombramiento de una comisión especial para el IOR; la comisión de reorganización de la estructura curial vaticana, etc.
Si bien fue aceptado inmediatamente por la gente y la prensa internacional, nos parece que aún no había tenido una actividad que permitiera conocer la aceptación popular a su persona. La Plaza de San Pedro colmada, no parecen ser una buena “encuesta” de popularidad. Le era necesaria una visita pastoral fuera del Vaticano para sondear los ánimos.
Por eso decimos que llegó como Bergoglio. Desembarcó en Brasil siendo cuestionado por algunos y venerado por otros. Ya habían sido noticias la detención del Obispo Nunzio Scarano y la designación de Battista Ricca en el IOR. Había hablado contra las consecuencias del capitalismo en Lampedusa, pero no contra el sistema capitalista. Habla con amor de los pobres y marginales pero no condena el sistema perverso que los genera de a millones.
Llega a Río, con previsibles llamamientos a la misión; sin grandes novedades. Tal vez el texto más importante de su mensaje, fue a los jóvenes argentinos en la Catedral de Río, cuando los llama a “hacer lío en sus diócesis”. Claro, nadie sabe exactamente cuál es el lío que el tomaría como aceptable. Seguramente no es el mismo que piensan los muchachos y chicas que lo escucharon.
El texto fundante de este viaje, creemos es el mensaje a la comisión de coordinación del CELAM. Luego de rescatar el espíritu del documento de Aparecida, que aunque sobrevalorado por algunos (ya que no llega al nivel de definición de Medellín o Puebla), contiene pautas de una Iglesia fuera de la iglesia. El Pueblo de Dios que marcha en América Latina, con sus realidades y sus limitaciones que nosotros mismos hemos creado debe estar comprometido en su espacio existencial en total sintonía con sus “gozos y esperanzas”. Plantea que se necesitan obispos que no tengan “psicología de príncipes” (¡de cuantos  nos acordamos con esas palabras!), y redescubre a la misión como encuentro con el hermano, que en América Latina es el hermano que sufre.
En ese momento Bergoglio deja de ser tal, para comenzar a ser Francisco. Un líder espiritual que, ratificado con la experiencia popular del encuentro, enfrenta a los máximos líderes locales de su Iglesia y les dice qué se espera de ellos. Y a su vez, descubrimos qué se espera de él. No se espera, ya más, que modifique teológica y eclesialmente la realidad posterior al Vaticano II, sino que se dedicará a reordenar una “casa” que está desmadrada. En donde los que deben organizar han creado una situación de desmanejo estructural; donde es más importante el privilegio que el servicio; el ser alabado por su estado que ser el más humilde servidor. En definitiva, qué les pedía Jesús a sus discípulos? No quería, acaso, que fueran “diáconos”, servidores de los demás? El Evangelio de hoy recuerda el milagro de la multiplicación de los panes, donde Jesús les dice sus discípulos “denle ustedes de comer” (Mt. 14, 16). Les estaba diciendo no sólo que consiguieran la comida, les decía que los sirvieran. Ese es el espíritu del discipulado: el servicio. Y este discipulado debe ser para todos, no sólo para aquellos que no llegamos a vivir en Roma. Es más, en Roma deberían estar los más humildes servidores, ya que son quienes nos guían en el servicio.
No creemos que deban esperarse cambios en temas que para muchos de nosotros pueden ser fundamentales, tales como el lugar de la mujer en el ministerio ordenado o el celibato opcional. Nos parece que no tiene, hoy, espacio Francisco para ello. Su opción fundamental parece ser otra. No obstante ello, parece que sus actos pueden dejar puertas abiertas para modificaciones más profundas en temas teológicos-eclesiales.

05/8/2013