JORGE A. GERBALDO
En estos días, los medios
de comunicación y difusión católicos, vinculados sobre todo a los movimientos
neo conservadores que han florecido en las últimas décadas, se han dedicado a realizar
una fuerte campaña vinculada a la elección pontificia que estamos viviendo, a
partir de la renuncia del Papa emérito Benedicto XVI, sobre la cual me he
explayado en una anterior entrada.
Nos recuerdan
permanentemente las bondades del Cardenal Scola, el amplio conocimiento de las
relaciones burocráticas del Cardenal Sandri, el carisma del Cardenal
Neoyorkino, las capacidades pastorales del capuchino Cardenal de Boston, etc.
Claro, nadie dice nada de
lo que piensan, respecto de la Iglesia, la relación fe-cultura, la condición
humana o el rol de cada persona tanto en la sociedad en general o en la pequeña
sociedad que es la Iglesia.
No hace falta. Todo el
mundo sabe lo que piensan. Cada uno de los cardenales que han participado en
las reuniones previas al Conclave, tanto los 115 electores, como los mayores de
80 años, así como los que no viajaron (incluido el cardenal escocés que debió
renunciar por actos inmorales mantenidos con miembros del clero) fueron electos
o por el renunciante hoy Papa emérito o por su antecesor el Beato Juan Pablo
II. Y ninguno de ellos cometió el error de designar a algún cardenal que
pusiera en peligro el “orden conservador” decidido como “política de Estado”
por la curia romana.
Sabiendo esto, los ya
nombrados medios de difusión del establishment católico se
han dedicado ahora a denostar toda forma de eclesiología no subordinada a sus
manejos de poder, ya que no espirituales. El último golpe, fue la aparición en
el medio virtual ZENIT. ORG, de una nota realizada a Clodovis Boff, el gran teólogo
brasileño que hace unos años lleva adelante una postura crítica a la teología
latinoamericana de la liberación, de la cual formó parte desde sus inicios. Sin
dudas, sus críticas tienen puntos razonables. También es cierto que tiene
cierto “perfume” a tratar de limar asperezas con el fin de que no se le retire
la aprobación eclesiástica para poder seguir dictando clases.
Pero lo más importante en
este hecho, no es la postura de Clodovis Boff (una persona honesta y proba)
sino como se lo presenta en estos medios mov-cons. No se respeta la importancia
que él tiene como pensador, sino que con una total falta de respeto por su
pensamiento y su persona, se lo denomina “el hermano de Leonardo Boff”[1].
Esto sin dejar de ser cierto, tiene el único sentido de desprestigiar a quien
es un emblema del pensamiento latinoamericano, más allá aún del ámbito de la teología. Se recurre
al argumento “ad homine”, se quiere decir “ni tu hermano te cree”, como si lo
más importante de una relación entre hermanos fuese pensar igual y no el amor
fraterno que se tengan.
El fondo del planteo está
en que el pensamiento renovador en la Iglesia se ha quedado sin representantes
en las más altas estructuras, pero no por ello en el sentir de los cristianos
latinoamericanos. Los “curas villeros”, los que trabajan con las comunidades
indígenas, los que sueñan con un mundo más justo, aún están vivos. Y no importa
si adscriben a la teología de la liberación. Importa que si están en contacto con
los sectores dolidos de esta sociedad, necesariamente no confraternizaran con
aquellos que centran su eclesiología en el poder. Aquellos que les resulta más
importante ser un “contacto válido” con los poderosos, que darse cuenta que sus
hermanos sufren. Aquellos que se han acostumbrado al lujo y al vivir de modo
ostentoso (ver en el mismo link citado más arriba, la publicidad de las
sastrerías para curas) y no sufriendo las necesidades de sus pueblos. Me gusta
confortarme viendo curas que se visten como yo, con simpleza y sin
identificación, porque son como yo parte de esta sociedad, quieren ser parte de
esta sociedad y no intentan diferenciarse ni que les tenga un aprecio especial
por su estado.
Volviendo a lo central, ya
no hay cardenales “progresistas”, la discusión hoy es si algún cardenal está
dispuesto a reformar la curia vaticana. Ya no hay espacio para discutir si es
posible una Iglesia que comprenda los grandes interrogantes de la sociedad de
hoy, en donde la familia ya no es la misma de hace 300 años, en donde los
jóvenes están a merced del sida y no basta con el consejo de la abstención
sexual para que no se contagien, en donde los problemas económicos se suman a
la droga para generar polos de violencia y negación de la condición humana. Esa
sociedad mira los ritos del Conclave como algo ajeno, sin sentido, misterioso,
y por más que les expliquemos que esos ritos vienen de la época en donde a los
electores los “apretaban” los gobernantes, no entienden. Los de mayor
compromiso nos dicen: “si el Espíritu Santo actúa, qué sentido tiene todo eso”.
Y no hay respuesta a tanta claridad.
Pero aún es peor ver las
mezquindades de una Iglesia totalmente “mundanizada”, en donde no se respeta ni
a aquellos que forman parte íntima de ella. En donde los nuncios,
representantes diplomáticos del Estado Vaticano, sirven de ariete de la
voluntad del Papa para cada país. En donde el nombramiento de los obispos está
vinculado al gusto de aquellos que tengan mejor llegada con la curia vaticana,
sin respetar el sentir de las iglesias locales; aún más, en contra del sentir
del cada vez más empequeñecido pueblo de Dios que peregrina por estas tierras.
Y lo veo en mi propia
iglesia local. En mi querida Córdoba, sucede eso. Como su Arzobispo es una
persona amable, que no intenta imponer a nadie pensamientos propios, que intenta
mantener la apertura hacia todas las formas de ver a la Iglesia, que no es un
hombre del poder, sino que busca que el mensaje del Evangelio sea sembrado en
el corazón de los hombres, para así formar una sociedad más digna, más justa,
que respete valores fundantes, pero que no deje de estar en relación con todos
los hombres que viven aquí, a este pastor se lo humilla.
Es atacado de un lado y de
otro. Por un lado, intolerantes que podemos llamar de “izquierda” buscan el
enfrentamiento para excusar sus conductas. Hemos visto cómo algunos sacerdotes
llevaron al extremo diferencias a fin de que no tuvieran otra opción que la
sanción; puerta de salida hacia su destino predefinido que es el hacerse cargo
de sus propias actitudes. Por otro lado está lo que podemos llamar el peligro
“conservador”, que es mucho más sutil, ya cuenta con ser la voz de la Iglesia
que desde Roma intentan que sea la voz de Dios. Y de ese modo, viven una falta
de respeto permanente a quien consideran un inútil por no recurrir a antiguas prácticas
de seducción del poder político.
Argentina ha visto
trasladarse el espacio episcopal hacia una derecha que no duda en condenar a
aquellos que creen honestamente en el valor de la diversidad. Todos
los obispados que venían desarrollando un fuerte compromiso con sus comunidades
han sido trocados hacia el lineamiento bajado por Roma a través de sus Nuncios.
Hemos visto lo sucedido en estos días en Santiago del Estero, el cambio radical
dado en Iguazú con la aceptación de la renuncia por edad del Padre Piña y lo
vemos en Córdoba con el nombramiento de nuevos obispos.
No se tiene en cuenta al
pastor local para designar a sacerdotes al ministerio episcopal. No se consulta
y se promueve a curas que tienen un enfrentamiento abierto y sin límites con el
Obispo. A nadie en la diócesis se le ocurriría proponer algunos nombres que
luego son elegidos. No por falta de caridad para con ellos, sino porque es
pública su actitud respecto a los planes pastorales y el desarrollo teológico
que sigue la diócesis.
Sin ningún tapujo, se “opera” en contra de proyectos que podrían
beneficiar profundamente la formación de los agentes pastorales. Es más,
considero que el papel otorgado en la conformación de las comisiones de la Conferencia Episcopal
a nuestro obispo no se condice con la importancia que la diócesis tiene en el
contexto nacional, y esto también es obra de aquellos que buscan transformar
una diócesis abierta en un bastión de la intolerancia religiosa. Se me ocurre
que aún debemos esperar más. Creo que el próximo ataque vendrá hacia la Universidad Católica
de Córdoba, que en los últimos años se ha transformado en un centro de estudios
formador de profesionales en contacto permanente con la realidad provincial,
con desarrollo de proyectos sociales, libertad académica y abierta a la
interacción con las otras universidades que actúan en Córdoba.
Es así como estamos siendo
atacados en esta realidad eclesial cordobesa. ¿Es posible que en el siglo XXI
exista todavía tanta cerrazón intelectual y espiritual que no se pueda disentir
ni pensar honestamente diferente al otro? Cómo permitir que se nos impongan las
visiones ajenas del mundo sin por lo menos poder decir que no estamos de
acuerdo. Lo más interesante de nuestra capacidad de leer la realidad, que
alcanzamos con nuestra inteligencia, está en que no todos vemos la realidad del
mismo modo. Y lo más lindo es intercambiar esas visiones para todos juntos
crecer en comunidad.
No me gusta que nadie me
imponga nada. Ni desde Roma, ni desde el Arzobispado. Pero mucho menos me gusta
que se ataque la honestidad y la hombría de bien de aquellos que se niegan a
repetir viejas historias de “concubinato” con el poder. Prefiero un honesto a
un poderoso, porque el poder sin honestidad es pura corrupción.
Y espero que estas palabras sirvan de ayuda a los honestos.
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