martes, 10 de diciembre de 2013

NOCHE DE DOLOR EN CÓRDOBA

El día martes 3 y miércoles 4 de Diciembre de este año, hace apenas unos pocos días, la ciudad de Córdoba ha vivido el horror de haber quedado sin ninguna protección en un contexto de atracos organizados, contra locales comerciales, que terminaron con el temor generalizado, fruto de la “retirada” que realizó la policía provincial de sus funciones otorgadas por la sociedad para su protección.
Una policía provincial cuestionada por su vinculación en los altos mandos con el narcotráfico, decidió auto acuartelarse por una reivindicación salarial. Esta situación posibilitó que la sociedad se quedara en manos de grupos que realizaron desmanes y atracos por toda la ciudad, haciendo imperar el miedo y la preocupación en todos los barrios de la capital.
En mi más íntima impresión, creo que esta situación fue organizada por la misma policía, a través de una estructura corrupta, en donde mantienen en activo bandas a las que hacen robar (según lo denunciado por los organizadores de la “marcha de la gorra”), además de sus vínculos con las bandas narcos que se han adueñado de nuestra ciudad.
Pero la cuestión que me tiene desvelado en estos días es de dónde surge esta “mano de obra” para este día horroroso que hemos tenido que vivir. ¿Qué hace que a una simple convocatoria por redes sociales y grupos de mensajes de celular movilice esa cantidad de jóvenes para llenar la ciudad de vándalos?
Nos han enseñado que en esta posmodernidad globalizada y capitalista, conceptos desarrollados por la historia del pensamiento han dejado de tener vigencia. De golpe y por decreto del Consenso de Washington los oprimidos han sido incorporados al capitalismo y ya no sufren más. Es por ello que la lucha de clases, en donde los opresores, sin misericordia, estrujan la plusvalía de los que sufren la opresión y estos intentan luchar por su dignidad, son conceptos arcaicos que sólo viven en mentes enfermas que no ven las bondades del progreso ilimitado y lo lindo que se vive en sociedades en donde la “libertad para algunos” es el modelo ha seguir.
Pero la vida nos enseña que no es así. Del mismo modo que la lucha de los oprimidos sigue vigente, también es actual la realidad del lumpen proletariado, que ya Marx a mediados del siglo XIX caracterizaba como “desclazados” y que podemos llamar junto al papa Francisco como los “descartables”; aquellos que el sistema ha expulsado sin ningún tipo de compasión, que viven el dolor de la marginalidad y a los cuales nuestras sociedades de la opulencia mantienen ocultas y que se visibilizan en ocasión de este tipo de sucesos en donde políticos corruptos y los poderes económicos les dan “vía libre” en algunas oportunidades para hacernos entender que sólo ellos pueden tenerlos “controlados”.
Y esta democracia nuestra, que con tanto dolor y sufrimiento alcanzó nuestra sociedad, no ha sabido, en 30 años, dar respuesta de dignidad a aquellos que sufren. Porque el problema central es que amplios sectores de nuestra sociedad sufre. Sufre el desamparo de un sistema que no ha dado educación, trabajo, contención, sino que son utilizados en su dolor, para tenerlos como estructura clientelar de una política deshumanizada o mano de obra y fuerza de choque en sus luchas intestinas por más poder, a veces dentro de los partidos políticos y otras en los enfrentamientos entre poder económico y poder político.
La desgracia neoliberal que nuestra Patria vivió durante 10 años, ha dejado fuera de la sociedad a un sector completo de nuestros hermanos, que no pueden alcanzar niveles mínimos de dignidad, con una destrucción sistemática de la cultura del trabajo (elemento fundante de la dignidad humana) y que hoy vemos en los hijos del hambre y la marginalidad. No existe, para grandes grupos sociales, la expectativa de crecimiento social, pero son visibilizados con cara de “peligrosos”, cuando no son más que el fruto natural de nuestras propias decisiones políticas, que como sociedad hemos avalado e irresponsablemente nunca supimos modificar.
¿Esto agota el análisis? Sin ninguna duda, no. Sobre todo cuando los sucesos son tan recientes. Seguramente en los próximos días seguiremos considerando a los sucesos tan terribles que hemos vivido. Sólo espero que no tengamos que tratar sobre nuevos hechos de este tipo, como amenazan los responsables de lo sucedido.

JORGE GERBALDO

10/12/2013

miércoles, 18 de septiembre de 2013

La realidad universitaria argentina... a pedido

En estos días, un amigo, profesor universitario, me comparte el enlace de una nota del diario La Nación, en la que Alfredo Guadagni realiza un análisis acerca del alto nivel de deserción que tiene nuestro sistema universitario. 
Luego de analizarlo, hago un pequeño análisis de una parte del problema que me resulta altamente cuestionable. 
Decido ahora publicar esa, mi respuesta, para que aquellos que quieran, puedan refutar mis dichos o agregar nuevas visiones a mi ya definida parcial visión de la situación.
Mi pensamiento, que no he querido ni modificar, ampliar o mejorar en su redacción es el que sigue:

Difícil es pensar una mejora del nivel universitario y terciario. El artículo de Guadagni es sumamente interesante. El dato de la cantidad de egresados del sistema universitario con respecto a los inscriptos es pavoroso.
Creo que debe partirse de un análisis general, que dice que la universidad está aislada del sistema educativo general. Es por ello que, por ejemplo, se fracasa masivamente en los exámenes de ingreso de las facultades que los toman (ejemplo: medicina en la UNC). La universidad para ingresar exige contenidos que no fueron dados en el nivel medio. Existe una partición en estratos entre el sistema general de educación (inicial, primario y secundario) y el sistema universitario.
La educación en Argentina está en una crisis profunda en todos sus niveles. En Córdoba, si se intenta que los niños de nivel primario adquieran los conocimientos mínimos de su etapa, la escuela pública no es una alternativa. Hace unos días, veíamos con Laura Castillo un trabajo de investigación, cuya conclusión es que al finalizar el primario los niños no alcanzan objetivos mínimos de lecto-escritura. Esta es una realidad de la escuela pública, en la escuela privada la realidad es otra. Pero esta diferencia genera desigualdades sociales tan profundas que son difíciles de eliminar.
El caso de la universidad en Argentina es paradójico. Nuestro sistema tiene el valor inclusivo de la gratuidad, lo cual en el contexto mundial es casi único. Pero por otro lado el contexto económico social, hace que los sectores menos pudientes (y por ello mismo más necesitados de progreso educativo como modo de elevación social) no tengan acceso a los estudios superiores. En realidad no tienen acceso ni siquiera a los estudios básicos, aunque en los últimos años con la asignación universal por hijo y su obligatoriedad de asistencia escolar los números han modificado en algo. Pero la gratuidad es un valor que tendríamos que saber desarrollar. En Argentina no existe la limitación de matrícula por cuestión de imposibilidad de pago de una cuota, como sucede en Chile, en donde aún la universidad pública es paga. Aunque también está menos desarrollado el sistema de becas que harían que alumnos que necesitan trabajar (y quitar tiempo al estudio) puedan acceder a estímulos por capacidad que les permitan dedicarse a tiempo completo a las actividades académicas y a la vida universitaria.
Creo, que lo que plantea Guadagni acerca de los exámenes preuniversitarios es válido. Muchos países lo tienen. Pero al igual que los exámenes de ingreso por facultad, con cupos, tienen el problema de intentar nivelar - evaluar capacidades que tal vez no fueron desarrolladas durante el nivel educativo anterior. Qué sentido tendría hoy en Argentina evaluar al final del secundario, con exigencia de cierto nivel para ingresar a la universidad, si todo el secundario está en un gran fracaso. El alto grado de fracaso de los estudiantes universitarios, tiene que ver con niveles muy bajos en las etapas previas del sistema educativo. Es más, creo que tiene que ver con que la universidad se encuentra aislada (prácticamente sin formar parte) del sistema educativo. 
Creo que la única solución será una reforma seria e integral, que sea más exigente y no menos. Hacer que los niños de primer grado no puedan repetir, o que los alumnos de secundario puedan promocionar el curso con tres materias previas, lo único que hace es seguir trasladando los problemas de adquisición de contenidos a los niveles superiores. Luego te encontras con alumnos terciarios o universitarios que no saben leer (y por lo tanto mucho menos interpretar lo leído). Y van a un examen de admisión y apenas alcanzan niveles que objetivamente servirían para promocionar etapas muy anteriores del sistema.
Argentina debe lograr aprovechar lo valioso de un sistema universitario igualitario en lo económico, que no posee aranceles excluyentes. Debe también aprovechar el nivel académico que posee, que si bien no alcanza altos rendimientos en pruebas comparativas internacionales, es muy superior a lo que podría esperarse del contexto sistémico. Y para lograr esto, debe profundizar las exigencias y reformas en los niveles inferiores del sistema educativo, integrando el universitario para conformar un todo que pueda ser analizado en un mismo contexto.
A partir de ello, experiencias como las pruebas integradoras y excluyentes al ingreso universitario servirán como modo de seleccionar y momento para cuestionar las necesidades y vocaciones de cada uno de los jóvenes que buscan ingresar a la vida universitaria.
Porque ese es otro tema. A mediados de los años 80, se veía como un mandato social la necesidad de asistir a la universidad, por más que lo que tu vocación pidiera fuera otra cosa. Es así que se asistía a la universidad o debías estudiar algo, más allá de que fuera lo que estabas precisando o coincidiera con tus gustos. Eso también ayudó a la deserción masiva universitaria. Luego, en los 90, la universidad no servía de nada, ya que no había ni empresas ni proyectos capaces de admitir a los egresados. En esta época, asusta la cantidad de jóvenes, que teniendo la posibilidad y la capacidad, no realizan estudios universitarios, sin darse cuenta que en esta sociedad del siglo XXI, la tecnificación requiere esfuerzos de conocimientos y principios científicos que la sola televisión o la sola Internet son incapaces de entregar. 

Jorge A. Gerbaldo

lunes, 5 de agosto de 2013

Llegó como Bergoglio y se fue como Francisco

Jorge Gerbaldo
A Río de Janeiro, llegó siendo Bergoglio y se fue como el Papa Francisco.
            A la Jornada Mundial de las Juventudes, en Río 2013, llegó casi obligado por las circunstancias, un Papa con un viaje organizado por otro y sin haber sido quien eligió la sede para este año.
A pesar de ello, no le era una tierra desconocida. Dicen los analistas que en Aparecida, Bergoglio fundó su imagen de pastor internacional al influir fuertemente en texto final del documento de la Conferencia de Obispos del CELAM.
Francisco, fue electo Obispo de Roma, siendo casi desconocido en el mundo católico. Pero parece que no lo era para los cardenales luego de su participación en las reuniones previas al Conclave. Y también parece que fue electo casi con una misión: concluir aquello que no pudo Benedicto por “falta de fuerzas” según su propio mensaje.
Desde el 13 de marzo, en que fuera designado por sus hermanos como Papa, Bergoglio ha comenzado una meditada actividad en pos de modificar estructuras que estaban siendo, con razón, profundamente cuestionadas. El nombramiento de una comisión especial para el IOR; la comisión de reorganización de la estructura curial vaticana, etc.
Si bien fue aceptado inmediatamente por la gente y la prensa internacional, nos parece que aún no había tenido una actividad que permitiera conocer la aceptación popular a su persona. La Plaza de San Pedro colmada, no parecen ser una buena “encuesta” de popularidad. Le era necesaria una visita pastoral fuera del Vaticano para sondear los ánimos.
Por eso decimos que llegó como Bergoglio. Desembarcó en Brasil siendo cuestionado por algunos y venerado por otros. Ya habían sido noticias la detención del Obispo Nunzio Scarano y la designación de Battista Ricca en el IOR. Había hablado contra las consecuencias del capitalismo en Lampedusa, pero no contra el sistema capitalista. Habla con amor de los pobres y marginales pero no condena el sistema perverso que los genera de a millones.
Llega a Río, con previsibles llamamientos a la misión; sin grandes novedades. Tal vez el texto más importante de su mensaje, fue a los jóvenes argentinos en la Catedral de Río, cuando los llama a “hacer lío en sus diócesis”. Claro, nadie sabe exactamente cuál es el lío que el tomaría como aceptable. Seguramente no es el mismo que piensan los muchachos y chicas que lo escucharon.
El texto fundante de este viaje, creemos es el mensaje a la comisión de coordinación del CELAM. Luego de rescatar el espíritu del documento de Aparecida, que aunque sobrevalorado por algunos (ya que no llega al nivel de definición de Medellín o Puebla), contiene pautas de una Iglesia fuera de la iglesia. El Pueblo de Dios que marcha en América Latina, con sus realidades y sus limitaciones que nosotros mismos hemos creado debe estar comprometido en su espacio existencial en total sintonía con sus “gozos y esperanzas”. Plantea que se necesitan obispos que no tengan “psicología de príncipes” (¡de cuantos  nos acordamos con esas palabras!), y redescubre a la misión como encuentro con el hermano, que en América Latina es el hermano que sufre.
En ese momento Bergoglio deja de ser tal, para comenzar a ser Francisco. Un líder espiritual que, ratificado con la experiencia popular del encuentro, enfrenta a los máximos líderes locales de su Iglesia y les dice qué se espera de ellos. Y a su vez, descubrimos qué se espera de él. No se espera, ya más, que modifique teológica y eclesialmente la realidad posterior al Vaticano II, sino que se dedicará a reordenar una “casa” que está desmadrada. En donde los que deben organizar han creado una situación de desmanejo estructural; donde es más importante el privilegio que el servicio; el ser alabado por su estado que ser el más humilde servidor. En definitiva, qué les pedía Jesús a sus discípulos? No quería, acaso, que fueran “diáconos”, servidores de los demás? El Evangelio de hoy recuerda el milagro de la multiplicación de los panes, donde Jesús les dice sus discípulos “denle ustedes de comer” (Mt. 14, 16). Les estaba diciendo no sólo que consiguieran la comida, les decía que los sirvieran. Ese es el espíritu del discipulado: el servicio. Y este discipulado debe ser para todos, no sólo para aquellos que no llegamos a vivir en Roma. Es más, en Roma deberían estar los más humildes servidores, ya que son quienes nos guían en el servicio.
No creemos que deban esperarse cambios en temas que para muchos de nosotros pueden ser fundamentales, tales como el lugar de la mujer en el ministerio ordenado o el celibato opcional. Nos parece que no tiene, hoy, espacio Francisco para ello. Su opción fundamental parece ser otra. No obstante ello, parece que sus actos pueden dejar puertas abiertas para modificaciones más profundas en temas teológicos-eclesiales.

05/8/2013

miércoles, 15 de mayo de 2013

PERDÓN, PARECE QUE ME EQUIVOQUÉ…


JORGE A. GERBALDO

Mis dos anteriores entradas, (una presentada días después del anuncio de dimisión de Benedicto XVI y la otra publicada por casualidad el mismo día de la elección de Francisco) desarrollaban como principales tesis, las siguientes:
*         Que la dimisión de Ratzinger tenía como objetivo el garantizar la continuidad, a partir de la manipulación del cónclave.
*         Que los cardenales, todos designados por Juan Pablo o por Benedicto, eran incapaces de ver las necesidades de la Iglesia en este momento histórico.
*         Que se buscaba acentuar el centralismo vaticano, fortaleciendo su burocracia y atacando la autonomía en fraternidad que deben tener los obispos de todo el mundo.

Pero parece que me equivoqué. O por lo menos las expectativas generadas por Francisco son tan fuertes que han generado un shock de esperanza a aquellos que veían un declinar imparable de la Iglesia, tal vez en uno de sus peores momentos históricos.
Benedicto, por lo menos lo que se ha visto, parece haber dado realmente un paso al costado con su renuncia, sin intervenir en la nueva elección.
Los cardenales parecen haber comprendido lo paradigmático de esta época para la Iglesia. Muchas cosas se dicen acerca de lo sucedido en las asambleas previas al cónclave, pero el contenido del discurso del entonces cardenal Bergoglio, hace pensar que solo una voluntad de cambio hizo que lo eligieran, ya que no cabía duda de lo que pensaba.
Ahora lo paradojal de la elección de Francisco: aquellos mismos que fueron “hijos” de un modo de ser Iglesia, llevado adelante por más de 30 años y por dos pontífices que volvieron a la más eurocéntrica y monolítica doctrina eclesial, fueron los mismos que trajeron a Roma un Papa (un Obispo de Roma, parece que le gusta decir a él), que antes de dar la bendición, la pide; antes de hablar de la necesidad de que Europa comprenda que sus raíces cristianas, quiere una Iglesia que no se olvide de los pobres; que sufre por los "descartables", como gustaba llamar en su Buenos Aires a aquellos que acompañaba en los barrios marginales.
Esta paradoja, tiene un mensaje implícito: aquellos cardenales que decidieron quién sería el sucesor de Benedicto, eran conscientes de la necesidad de un cambio. No admito que estos hombres, todos formados y de visita periódica al Vaticano, hayan callado sus expectativas en los ambientes en los que se relacionaban.
Esto genera otro interrogante: ¿aquellos que forman parte de la estructura de decisión en Roma, no escuchan el pedido de sus hermanos?
La elección de Francisco, nos susurra antes que nada una queja. Un proponer que se necesita ser escuchado. No hubiese sido tan fuerte el grito simbólico de la elección de un Papa “periférico” si no fuese que querían comunicar algo que se les clavaba como espina en su corazón.
Y parece que Francisco comenzó abriendo puertas a esas expectativas. No voy a repetir toda la carga simbólica que tiene cada decisión que ha ido tomando; de ello se han hecho eco los medios de comunicación. Cada aparición pública, cada homilía, cada mensaje tiene una novedad.
En Argentina, se formularon muchas dudas respecto a Bergoglio-Francisco, a partir de sucesos anteriores a su función como Arzobispo de Buenos Aires. Enfrentamientos políticos, posicionamientos y actitudes en la época más oscura de nuestra historia, reaparecieron en estos días.
No nos cabe dudas de que no representa a la más comprometida tradición que nos legaron algunos Obispos, pero tampoco dudo que como Obispo Latinoamericano, esta imbuido en el espíritu de los grandes mensajes continentales, sobre todo el de Puebla, y es fiel al mandato de la “opción preferencial por los pobres”. Por ello sus gestos son austeros, por eso sorprenden sus continuas visitas a las barriadas populares porteñas. Porque la “opción”, no es sólo teológica, sino que es opción de vida. Conocer al hermano que sufre para descubrir el verdadero mensaje de los “signos de los tiempos”.
Nos parece que el Espíritu realmente actuó en los cardenales para su elección. Creemos que el Espíritu siempre actúa, pero no siempre lo dejamos ser alma de nuestros actos. Esta vez, tenemos la esperanza de que se llene la Iglesia de los valores evangélicos que debemos recuperar.
Volver a la eclesiología del amor, donde el hombre sea razón de todo nuestro actuar, ya que como decía K. Barth, desde que Dios se hizo hombre, el hombre es el centro de nuestro hacer. Y parece que Francisco ha traído al humanismo al centro de la escena eclesial.
He esperado dos meses desde su elección para regresar aquí y pedir perdón por el escepticismo mezquino que no permitió ver que la mano de Dios está siempre presente. Los sucesos de estos dos meses abren la puerta para la esperanza. Ahora esperamos que quienes deciden los caminos de la Iglesia, dejen de pensar a partir de una teología del poder y vuelvan a la teología de los signos de los tiempos, para ver al hermano que sufre y a aquel que desde el bienestar no comprenda el valor de la fraternidad.
Por ello: PERDÓN, PARECE QUE ME EQUIVOQUÉ…

Córdoba, 15 de Mayo de 2013

miércoles, 13 de marzo de 2013

QUÉ PASÓ CON LA POSIBILIDAD DEL DISCENSO?


JORGE A. GERBALDO
En estos días, los medios de comunicación y difusión católicos, vinculados sobre todo a los movimientos neo conservadores que han florecido en las últimas décadas, se han dedicado a realizar una fuerte campaña vinculada a la elección pontificia que estamos viviendo, a partir de la renuncia del Papa emérito Benedicto XVI, sobre la cual me he explayado en una anterior entrada.
Nos recuerdan permanentemente las bondades del Cardenal Scola, el amplio conocimiento de las relaciones burocráticas del Cardenal Sandri, el carisma del Cardenal Neoyorkino, las capacidades pastorales del capuchino Cardenal de Boston, etc.
Claro, nadie dice nada de lo que piensan, respecto de la Iglesia, la relación fe-cultura, la condición humana o el rol de cada persona tanto en la sociedad en general o en la pequeña sociedad que es la Iglesia.
No hace falta. Todo el mundo sabe lo que piensan. Cada uno de los cardenales que han participado en las reuniones previas al Conclave, tanto los 115 electores, como los mayores de 80 años, así como los que no viajaron (incluido el cardenal escocés que debió renunciar por actos inmorales mantenidos con miembros del clero) fueron electos o por el renunciante hoy Papa emérito o por su antecesor el Beato Juan Pablo II. Y ninguno de ellos cometió el error de designar a algún cardenal que pusiera en peligro el “orden conservador” decidido como “política de Estado” por la curia romana.
Sabiendo esto, los ya nombrados medios de difusión del establishment  católico se han dedicado ahora a denostar toda forma de eclesiología no subordinada a sus manejos de poder, ya que no espirituales. El último golpe, fue la aparición en el medio virtual ZENIT. ORG, de una nota realizada a Clodovis Boff, el gran teólogo brasileño que hace unos años lleva adelante una postura crítica a la teología latinoamericana de la liberación, de la cual formó parte desde sus inicios. Sin dudas, sus críticas tienen puntos razonables. También es cierto que tiene cierto “perfume” a tratar de limar asperezas con el fin de que no se le retire la aprobación eclesiástica para poder seguir dictando clases.
Pero lo más importante en este hecho, no es la postura de Clodovis Boff (una persona honesta y proba) sino como se lo presenta en estos medios mov-cons. No se respeta la importancia que él tiene como pensador, sino que con una total falta de respeto por su pensamiento y su persona, se lo denomina “el hermano de Leonardo Boff”[1]. Esto sin dejar de ser cierto, tiene el único sentido de desprestigiar a quien es un emblema del pensamiento latinoamericano, más allá aún del ámbito de la teología. Se recurre al argumento “ad homine”, se quiere decir “ni tu hermano te cree”, como si lo más importante de una relación entre hermanos fuese pensar igual y no el amor fraterno que se tengan.
El fondo del planteo está en que el pensamiento renovador en la Iglesia se ha quedado sin representantes en las más altas estructuras, pero no por ello en el sentir de los cristianos latinoamericanos. Los “curas villeros”, los que trabajan con las comunidades indígenas, los que sueñan con un mundo más justo, aún están vivos. Y no importa si adscriben a la teología de la liberación. Importa que si están en contacto con los sectores dolidos de esta sociedad, necesariamente no confraternizaran con aquellos que centran su eclesiología en el poder. Aquellos que les resulta más importante ser un “contacto válido” con los poderosos, que darse cuenta que sus hermanos sufren. Aquellos que se han acostumbrado al lujo y al vivir de modo ostentoso (ver en el mismo link citado más arriba, la publicidad de las sastrerías para curas) y no sufriendo las necesidades de sus pueblos. Me gusta confortarme viendo curas que se visten como yo, con simpleza y sin identificación, porque son como yo parte de esta sociedad, quieren ser parte de esta sociedad y no intentan diferenciarse ni que les tenga un aprecio especial por su estado.
Volviendo a lo central, ya no hay cardenales “progresistas”, la discusión hoy es si algún cardenal está dispuesto a reformar la curia vaticana. Ya no hay espacio para discutir si es posible una Iglesia que comprenda los grandes interrogantes de la sociedad de hoy, en donde la familia ya no es la misma de hace 300 años, en donde los jóvenes están a merced del sida y no basta con el consejo de la abstención sexual para que no se contagien, en donde los problemas económicos se suman a la droga para generar polos de violencia y negación de la condición humana. Esa sociedad mira los ritos del Conclave como algo ajeno, sin sentido, misterioso, y por más que les expliquemos que esos ritos vienen de la época en donde a los electores los “apretaban” los gobernantes, no entienden. Los de mayor compromiso nos dicen: “si el Espíritu Santo actúa, qué sentido tiene todo eso”. Y no hay respuesta a tanta claridad.
Pero aún es peor ver las mezquindades de una Iglesia totalmente “mundanizada”, en donde no se respeta ni a aquellos que forman parte íntima de ella. En donde los nuncios, representantes diplomáticos del Estado Vaticano, sirven de ariete de la voluntad del Papa para cada país. En donde el nombramiento de los obispos está vinculado al gusto de aquellos que tengan mejor llegada con la curia vaticana, sin respetar el sentir de las iglesias locales; aún más, en contra del sentir del cada vez más empequeñecido pueblo de Dios que peregrina por estas tierras.
Y lo veo en mi propia iglesia local. En mi querida Córdoba, sucede eso. Como su Arzobispo es una persona amable, que no intenta imponer a nadie pensamientos propios, que intenta mantener la apertura hacia todas las formas de ver a la Iglesia, que no es un hombre del poder, sino que busca que el mensaje del Evangelio sea sembrado en el corazón de los hombres, para así formar una sociedad más digna, más justa, que respete valores fundantes, pero que no deje de estar en relación con todos los hombres que viven aquí, a este pastor se lo humilla.
Es atacado de un lado y de otro. Por un lado, intolerantes que podemos llamar de “izquierda” buscan el enfrentamiento para excusar sus conductas. Hemos visto cómo algunos sacerdotes llevaron al extremo diferencias a fin de que no tuvieran otra opción que la sanción; puerta de salida hacia su destino predefinido que es el hacerse cargo de sus propias actitudes. Por otro lado está lo que podemos llamar el peligro “conservador”, que es mucho más sutil, ya cuenta con ser la voz de la Iglesia que desde Roma intentan que sea la voz de Dios. Y de ese modo, viven una falta de respeto permanente a quien consideran un inútil por no recurrir a antiguas prácticas de seducción del poder político.
Argentina ha visto trasladarse el espacio episcopal hacia una derecha que no duda en condenar a aquellos que creen honestamente en el valor de la diversidad. Todos los obispados que venían desarrollando un fuerte compromiso con sus comunidades han sido trocados hacia el lineamiento bajado por Roma a través de sus Nuncios. Hemos visto lo sucedido en estos días en Santiago del Estero, el cambio radical dado en Iguazú con la aceptación de la renuncia por edad del Padre Piña y lo vemos en Córdoba con el nombramiento de nuevos obispos.
No se tiene en cuenta al pastor local para designar a sacerdotes al ministerio episcopal. No se consulta y se promueve a curas que tienen un enfrentamiento abierto y sin límites con el Obispo. A nadie en la diócesis se le ocurriría proponer algunos nombres que luego son elegidos. No por falta de caridad para con ellos, sino porque es pública su actitud respecto a los planes pastorales y el desarrollo teológico que sigue la diócesis. Sin ningún tapujo, se “opera” en contra de proyectos que podrían beneficiar profundamente la formación de los agentes pastorales. Es más, considero que el papel otorgado en la conformación de las comisiones de la Conferencia Episcopal a nuestro obispo no se condice con la importancia que la diócesis tiene en el contexto nacional, y esto también es obra de aquellos que buscan transformar una diócesis abierta en un bastión de la intolerancia religiosa. Se me ocurre que aún debemos esperar más. Creo que el próximo ataque vendrá hacia la Universidad Católica de Córdoba, que en los últimos años se ha transformado en un centro de estudios formador de profesionales en contacto permanente con la realidad provincial, con desarrollo de proyectos sociales, libertad académica y abierta a la interacción con las otras universidades que actúan en Córdoba.
Es así como estamos siendo atacados en esta realidad eclesial cordobesa. ¿Es posible que en el siglo XXI exista todavía tanta cerrazón intelectual y espiritual que no se pueda disentir ni pensar honestamente diferente al otro? Cómo permitir que se nos impongan las visiones ajenas del mundo sin por lo menos poder decir que no estamos de acuerdo. Lo más interesante de nuestra capacidad de leer la realidad, que alcanzamos con nuestra inteligencia, está en que no todos vemos la realidad del mismo modo. Y lo más lindo es intercambiar esas visiones para todos juntos crecer en comunidad.
No me gusta que nadie me imponga nada. Ni desde Roma, ni desde el Arzobispado. Pero mucho menos me gusta que se ataque la honestidad y la hombría de bien de aquellos que se niegan a repetir viejas historias de “concubinato” con el poder. Prefiero un honesto a un poderoso, porque el poder sin honestidad es pura corrupción.
Y espero que estas palabras sirvan de ayuda a los honestos.

lunes, 4 de marzo de 2013

El Cónclave, un anacronismo antievangélico - JEAN PAUL RICHARDS

La figura actual del Cónclave, no sólo es anacrónica, sino antievangélica. Veamos.
Es anacrónico, en primer lugar porque procede de la Edad Media (le falta poco tiempo para completar un milenio), pero sobre todo porque ya no cumple los postulados mínimos de lo que debe ser hoy día una elección en el más alto nivel de una institución religiosa mundial. Dado que el «monarca» de la Iglesia Católica es célibe y no tiene hijos como herederos naturales, un procedimiento que correspondería bien a una «monarquía hereditaria» es precisamente éste: que el monarca designe personalmente a quienes habrán de elegir a su sucesor. Última monarquía absoluta de Occidente, todavía atada al Ancien Régime y a la Edad Media, rehén voluntaria de las mismas instituciones que crea, la Iglesia Católica tiene en el autoritarismo elitista del Cónclave uno de sus anacronismos más elocuentes y uno de los obstáculos más eficientes para su propia renovación.
Pero este carácter anacrónico, aun siendo obvio, no es lo peor, porque el procedimiento mismo del Cónclave es, además, antievangélico, por una suma de varios otros vicios graves, a saber:
sexismo: de hecho –¡no de derecho!- sus componentes son sólo varones. Aun dejando aparte el tema de la posibilidad del sacerdocio para la mujer, es obvio y sabido que ella, incluso canónicamente, puede ser «electora» papal, como puede serlo cualquier cristiano/a no ordenado. El procedimiento vigente de los Cónclaves proclama clamorosamente y perpetúa la marginación de la mujer y su exclusión de las instancias en las que se comparte el poder, incluso en aquellas para las que no hay impedimento canónico, sino sólo un prejuicio ideológico sexista;
clericalismo: todos los miembros del Cónclave son de hecho clérigos, funcionarios del estamento eclesiástico, en un grado de escalafón que les implica máximamente en la estructura burocrática institucional de la Iglesia. El Cónclave sigue mostrando y perpetuando a la Iglesia católica como una estructura clerical, una teocracia sacerdotal, una sociedad dual de clérigos y laicos que margina rotundamente a estos últimos;
gerontocracia: por la llamativamente elevada media de edad de sus miembros, e indirectamente, por el carácter vitalicio que reviste la nominación cardenalicia;
falta de representación: sus miembros no representan a nadie sino a sí mismos y a la autoridad que los nombró. En el Cónclave no hay representación orgánica de las Iglesias locales, de las Conferencias Episcopales, ni de las regiones o de los Continentes, perpetuándose todavía los privilegios regionales en la proporción de miembros procedentes del Primer Mundo y de Europa, en comparación a los del Tercer Mundo;
cooptación: los electores son escogidos por la persona a ser sucedida, sin otro criterio que el suyo personal, sin contrapeso de aprobación por otra instancia (separación de poderes), según un reglamento que él mismo dicta y reforma libremente. Es natural que, por ello, sólo la ideología oficialista se haga presente en el colegio cardenalicio, sin posibilidad de visiones alternativas, sin la saludable presencia siquiera de una mínima «oposición»…
El procedimiento del Cónclave no es ningún dogma de fe, es una simple decisión eclesiástica, y puede ser abandonada en cualquier momento. Cualquier cristiano puede considerarlo superado, obsoleto, o incluso dañino, según su propio criterio, con entera libertad. El Cónclave es una institución antievangélica: marginar totalmente a la mujer, a los laicos, a los sin poder, a los que piensan de otra manera, y hacerlo todo ello por vía autoritaria absoluta unipersonal e inapelable… no es compatible hoy con el Evangelio. Si Jesús entrara en la Capilla Sixtina, volvería a derribar las mesas, electorales en este caso. Cualquier teología que pretendiera justificar los procedimientos actuales del Cónclave debería ser desechada como ideológica, por aquel criterio evangélico: «un árbol que da frutos malos, no puede ser bueno».
Juan Pablo II, que renovó en 1996 la legislación del Cónclave confirmándolo en estas sus seculares deficiencias, tuvo en esto «miedo de abrir las puertas»: a la mujer, a los laicos, a las Iglesias locales, a la participación del Pueblo de Dios, y en esa medida, a la voluntad de Jesús en definitiva. Mientras sigamos con «Cónclaves» de puertas realmente tan cerradas, los Papas elegidos probablemente continuarán dificultando abrir otras puertas en todos los niveles.
Que el Pueblo de Dios tome conciencia de estos vicios capitales del sistema actual del Cónclave, y de la urgencia de su superación, hará más fácil un próximo abandono de este anacronismo antievangélico superviviente, para bien de la Iglesia y del mismo Papado.
En el actual momento de la renuncia de Benedicto XVI, no es realista pensar que pueda ser obviado el procedimiento del Cónclave, reconfirmado precisamente por las últimas normativas que él le impuso. Pero sí es importante que los «electores» sepan que estarán utilizando un método rechazado por el sensus fidelium de una cantidad incontable de cristianos y cristianas del Pueblo de Dios, y de todas las sociedades que ya han dado la espalda mayoritariamente a estructuras monarquico-autoritarias, sexistas, clericales, gerontocráticas y no participativas, como el Cónclave.
FUENTE: http://www.atrio.org/2013/03/un-conclave-de-mujeres/

lunes, 18 de febrero de 2013

RATZINGER EL GRAN AJEDRECISTA


Jorge A. Gerbaldo
Extrema sorpresa vivió el mundo, el martes 12 de febrero de este 2013, al conocerse a media mañana romana, que Benedicto XVI, en un muy ajustado mensaje, anunció su renuncia (¿abdicación?) a su responsabilidad como sucesor de Pedro, máxima responsabilidad de la Iglesia Católica Romana.
Lo extraño de la situación, dado lo poco habitual del suceso, destrabó los más extraños análisis y los aventurados vaticinios respecto al futuro de tan influyente comunidad religiosa.
Todos coinciden en la profunda crisis que la Iglesia Católica Romana sufre desde hace un par de décadas, aunque las repercusiones alcanzadas por la decisión Papal parecieran señalar que la crisis no alcanza a la influencia política que los gobiernos occidentales sienten por parte del liderazgo católico.
Cuando un Papa muere, uno siente en primer lugar la necesidad de rezar por su alma y en segundo lugar pedir que el designado sea capaz de cubrir con las necesidades que en cada momento histórico, la Iglesia, como Pueblo de Dios que peregrina en la tierra, necesita para alcanzar su plenitud.
Ahora cuando un Papa renuncia, lo primero que nos surge es preguntarnos: qué ha motivado tamaña decisión? Y eso, es lo que ha llenado las primeras planas de los diarios del mundo en estos días. Seguramente lo seguirá haciendo hasta el día en que comience el cónclave para la designación del nuevo Papa, en que se empezará a escribir sobre los posibles candidatos y el color del humo de las famosas “Fumattas”.
Dicen algunos especialistas “vaticanistas”, que sobre estos temas “los que saben no hablan y los que hablan no saben”. Seguramente es así, por ello, como no sabemos, pero podemos pensar, es que se me ocurrió analizar las que creo son las causas del retiro de Benedicto y sus consecuencias en el futuro de la Iglesia de la cual indignamente formo parte.
Como todos han dicho, los años del pontificado de Benedicto han sido años signados por gravísimos conflictos: pedofilia; restauración preconciliar con el acercamiento a los sacerdotes lefebvristas; la situación de los “Legionarios de Cristo” y su fundador; el enfrentamiento personal con los responsables de las teologías emergentes (teología de la liberación, teología feminista, teología ecológica; eclesiología renovadora, etc.); su poca preocupación por el diálogo interreligioso; y así podemos seguir con muchos otros temas.
Pero ante todo su problema fundamental es su propia historia. Como responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Ratzinger fue el hombre más influyente del papado de Juan Pablo II. Desde ese puesto signó esa etapa como la contra cara del Concilio Vaticano II. Cuentan que Juan XXIII, cuando habló con los cardenales de la necesidad de un Concilio, dijo que la Iglesia debía abrir sus ventanas para recibir aire fresco, y que en ese renovar el aire, seguro algunos se resfriarían. Parece que luego de la pronta muerte de Juan Pablo I, algunos desarrollaron los anticuerpos del resfrío y salieron a enfrentar estos aires de cambio.
Ratzinger, luego de ser uno de los teólogos fundamentales del Concilio, encabezó desde la teología esta ola conservadora que fue destruyendo cada uno de los movimientos fundacionales de una Iglesia que buscaba reconciliarse con una sociedad que había cambiado en profundidad.
Allá a principios de los ochenta, con su condena a la teología latinoamericana de la liberación, inició el movimiento restaurador dentro de la Iglesia. El nacimiento de los movimientos eclesiales de tinte conservador, sirvieron como ariete al enfrentamiento a toda posible renovación que surja desde las bases cristianas, viviendo su espíritu comunitario como raíz de un cambio en el compromiso de la Iglesia con su tiempo.
“…Lo cristiano existe esencialmente en la Iglesia, la renovación cristiana pretende en concreto la renovación de la Iglesia; no quiere sustituir o disolver la Iglesia, sino, repitámoslo, sacarla a luz con su primitiva fuerza y pureza.”[1] Esto decía Ratzinger cuando aún creía en la necesidad del cambio. Luego, enfrentó a todo aquello que buscara este objetivo, por él explicitado.
Como dijo Leonardo Boff en una entrevista a la cadena Telesur, Benedicto, desde su paso por el ex Santo Oficio, creó toda una estructura de temor y control. El mismo Boff sufrió ese sistema de control ideológico, con condenas que terminaron en duras prohibiciones. Del mismo modo el teólogo jesuita Jon Sobrino, un español nacionalizado salvadoreño, uno de los teólogos más brillantes del final del milenio, fue condenado por él, al no acordar criterios teológicos con el “gran censor” de Juan Pablo.
Esa estructura, sumada a la tan mentada burocracia vaticana, recibieron como a un santo durante años a Marcial Maciel, el fundador de los legionarios de Cristo (luego descubierto como pedófilo que abusaba de sus propios hijos) y condenaron al exilio intelectual a todo pensador cristiano que tuviera el atrevimiento de proponer la necesidad de una “glasnot” eclesial y una profunda reforma en la visión moral de la Iglesia respecto a las actitudes que los pueblos han ido desarrollando en su crecimiento como sociedades maduras que buscan integrar a todos en su seno.
Este es el Papa que hoy ha renunciado. No obstante ello, también debe decirse que hizo cosas que fueron rescatables, tales como las instrucciones para el tratamiento de casos de pedofilia por parte del clero, que indicaba como obligatorio la denuncia a la justicia ordinaria del país en que sucedieron los hechos. A pesar de esto, todos sabemos que la lucha contra estos energúmenos capaces de arruinar la vida de tantos jóvenes no siempre ha sido satisfactoria por parte de las distintas diócesis que debían aplicar las instrucciones emanadas desde las más altas esferas.
Creo cierto que Benedicto renuncia porque ve que no tiene garantizadas sus fuerzas para todos sus objetivos. Es un hombre mayor, durante toda su vida dedicado a una vida menos exigida en lo físico que en lo intelectual, y que las distintas actividades pastorales de su función conllevan un esfuerzo supremo, seguramente fuera del alcance de una persona de ochenta y cinco años que además no ha sido un atleta en su juventud.
Creo también que no quiere dejar al azar los destinos de la Iglesia que hoy conduce. Luego de la muerte de un Papa, si bien el fallecido tiene gran influencia en su sucesor a partir de la designación que realizara en vida de los cardenales que luego serán los electores del sucesor, en realidad queda en manos de las decisiones que puedan tomar los cardenales respecto a qué tipo de conductor quieren para el futuro. Esto puede salir “bien” como fue el caso del sucesor de Juan Pablo II o puede salir “mal” como dicen que sucedió al designarse a Juan Pablo I.
En la prosecución del modelo de Iglesia que Juan Pablo II quería, tuvo gran influencia Ratzinger. Tal vez no deseaba ser él el sucesor. Tal vez su designación fue la única forma de garantizar el “rumbo”, que otros no garantizaban (se dice que el fallecido Cardenal Martini podía ser el elegido lo cual hubiera sido un cambio muy fuerte).
Creo que ahora, luego de demostrado que no contaba con la fidelidad de la Curia Vaticana que había sido capaz de infiltrar hasta al mismo secretario privado del Papa, descubrió que la única forma de garantizar la continuidad era transformarse en el “Gran Elector”, para lo cual necesitaba estar vivo y para ello el único modo era renunciar al Obispado de Roma.
El 28 de febrero dejará de ser Papa. Su anillo seguramente será destruido, su sotana blanca quedará para algún museo, pero seguramente no perderá ni su celular, ni su conexión a Internet, que son las herramientas que necesita para que aquel sueño de una Iglesia que regresa a las bases fundantes del papado en el medioevo, sea realidad.
Este Papa y su Curia burocratizada, cuando hablan de la condena al mundo dominado por el “relativismo”, como gustan llamar a la cultura contemporánea, no hacen más que revivir la condena a la modernidad que realizara Pío IX, lo cual no es más que negar la realidad de una cultura que surge del mismo corazón de la humanidad y con la cual los cristianos debemos compartir y vivir el evangelio.
Benedicto lleva treinta y seis años como Cardenal. Treinta y dos de ellos con altas funciones en el Vaticano. Fue el teólogo de confianza de Juan Pablo II. Tuvo en sus manos la posibilidad de contener la marea conservadora vivida por la Iglesia desde la asunción al papado del beato Wojtyla. No sólo no lo hizo, sino que fue el arma intelectual de la reducción de la eclesiología conciliar a la concentración unitaria, en donde el papado asume la totalidad de las decisiones de la Iglesia universal.
Por todo esto, me parece que las esperanzas de una Iglesia moderna, que supere la mera utilización de las novedades en materia de comunicación, se ven totalmente desestimadas por la realidad. Benedicto, fiel a su carácter se ha demostrado como un gran estratega cuyos actos no tienen otro sentido que la ratificación de un rumbo que tendrá como consecuencias la perdida del sentido eclesial del Reino predicado por Jesús, lo cual hará que sigamos este camino de autodestrucción por falta de identidad. No es la cultura contemporánea la responsable de la perdida de sentido de la Iglesia, sino en todo caso su propia incapacidad para ser levadura en una masa que no elige, sino que le es dada.
Córdoba (Argentina), 18 de Febrero de 2013



[1] “EL NUEVO PUEBLO DE DIOS”. Joseph Ratzinger. Ed. Herder. 1972.  Pág. 299.