En estos días, el país derramó una lágrima de alegría con la
noticia de la recuperación de Ignacio-Guido, nieto de Estela de Carlotto. Como
todo el país, también me emocioné con el suceso e inmediatamente me surgió la
pregunta sobre qué han significado las Abuelas de Plaza de Mayo para mí. De
esto tratarán estas pocas palabras, ya que al pensarlo, fui gestando el mejor
agradecimiento que puedo hacerles.
Para aquellos que nacimos a la militancia con la democracia, el
tema de los derechos humanos era el central. Y en eso tanto Madres de Plaza de
Mayo como Abuelas, conformaban el gran paradigma de la lucha.
Cada movilización, cada comunicado, cada una de las palabras
que ellas decían, marcaban caminos. La militancia popular de los 80 y los 90
fue marcada a fuego por la lucha de los organismos de los Derechos Humanos.
Aquel insigne “padre de la Plaza” que fue Augusto Comte, nos trasmitía el
fervor para no olvidar, cuando éramos tratados como trasnochados en pleno
Menemismo.
Sin dudas el gran espejo de lucha donde mirarnos eran las
Madres y las Abuelas. Y es por ello que un día (allá por el siglo pasado), me
sumé a la marcha de las Madres un jueves que estaba por Buenos Aires. Al
finalizar me atreví y saludé a algunas. Quería tener el honor de haber tocado a
esas señoras que nos enseñaban qué y cómo hacer. Y así fue que al acercarme a
Tati Almeyda a saludarla e intercambiar algunas palabras me dijo: “gracias por
venir”. Ella me decía a mí, gracias por venir. Y yo no tuve palabras para poder
decirle, no, gracias a ustedes por enseñarnos cómo se lucha, enseñarnos cómo se
busca justicia.
“Gracias por venir”, me dijo Tati. Y cuando pienso, estimo
que lo mismo le habrá dicho María a Jesús cuando llegó Jesús a la fiesta de las
Bodas de Caná. También seguramente así lo recibía Azucena Villaflor al asesino
Alfredo Aztiz, cuando participaba de las reuniones de las primeras Madres en la
Parroquia de la Santa Cruz. Porquería humana que fue tan macho como para
secuestrar y asesinar a unas madres que buscaban a sus hijos y como el cobarde
que era se entregó sin luchar en ocasión de la Guerra de Malvinas, llenando de
oprobio a todos los jóvenes que entregaron su vida en las islas.
Esas Madres a Abuelas mostraron el camino, sin olvido y sin
perdón. Buscando justicia, pero sin alimentar la venganza. Todos sabían dónde
vivían los represores, dictadores, asesinos, torturadores, y nunca sufrieron un
ataque o una represión, porque siempre la consigna fue JUSTICIA.
Y desde hace diez años, la justicia fue llegando. Se derogaron
las leyes de impunidad de la época de Alfonsín y se anularon los indultos para
los pocos condenados. Es más, hace unos días se condenó a los autores
intelectuales del martirio del Enrique Angelelli en La Rioja. Obispo que fue
asesinado por llevar la voz del Evangelio a aquellos que son sus dilectos
destinatarios: los pobres, los oprimidos, los expulsados.
Es por eso que hoy me alegro. Las Madres y las Abuelas, así a
secas, sin necesidad de aclarar, porque son nuestras madres y nuestras abuelas,
están de fiesta con la recuperación de otro nieto y sobre todo de uno tan
emblemático. Son nuestras madres y abuelas, porque las adoptamos. Y también
porque ellas se dejaron querer. Porque uno puede estar de acuerdo o no en
alguna definición política que tengan, pero nunca dejaremos de admirar su
lucha.
Por ello, lo único que me sale en este momento es decirle a
Ignacio-Guido: tomá te devolvemos a tu abuela, aquella que nos prestaste por 38
años y que nos sirvió de ejemplo. Ahora es de vuelta toda tuya. Nosotros ya
aprendimos la lección y seguiremos buscando a los que faltan, ahora vos
aprovechala, dale muchos besos y pedile que te cuente tu historia que de a
poquito se fue transformando en la historia de todos nosotros.
Jorge Gerbaldo
Agosto 2014
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