jueves, 24 de septiembre de 2015

DE AYLANES Y GLOBALIZACIONES

Llegó la década de 1990 y el “mundo desarrollado” al ritmo de un incremento desaforado de las comunicaciones, declaró la ERA GLOBAL.
Los sociólogos y politólogos nos inundaron de neologismos para enseñarnos de que se acabaron las fronteras; que ahora somos ciudadanos de un único mundo. La nueva sociedad surgida de esta era de la comunicación intentó hacernos creer que era lo mismo ser tirio o troyano, porque ahora no habría más divisiones.
Y así fue que creímos que si todos éramos ciudadanos de un único espacio global teníamos derecho a decidir dónde vivir dentro de ese mundo que nos alojaba a todos como co-ciudadanos en una fraternidad que el encuentro virtual promovía. Pensábamos que en esta fraternidad, seríamos recibidos en la casa del hermano global si nuestra casa se volvía inhabitable.
Así fue que los latinoamericanos salieron como migrantes a Estados Unidos y a Europa. Pero pronto fueron tomados por usurpadores de un espacio no propio y se transformaron en “chicanos” o “sudacas”. Luego vinieron las víctimas de las guerras civiles del África sub-sahariana que intentaron llegar a Europa y fueron rechazados. También del África y de Asia vinieron aquellos que no soportaron la anarquía surgida de la llamada primavera árabe iniciada en 2010. Ahora las grandes masas de migrantes son fruto de las persecuciones religiosas del grupo asesino ISIS o Estado Islámico.
Pero esta gente no hacía más que marchar hacia la madre de los males que sufrían. Los latinoamericanos que intentan ingresar a Estados Unidos huyen de violencias institucionalizadas y marginación económico-social y ven en ese país la solución a sus males, cuando no es más que la causa de esos males. Marginación y violencia en esta zona del mundo es hija de políticas apoyadas e implementadas por ellos. Y así podemos seguir en cada caso: las guerras intestinas africanas promovidas por las potencias coloniales que aún poseen gran influencia en esas zonas, como el caso del Congo y las situaciones planteadas en las minas propiedad de la familia real Belga (ver: https://www.cristianismeijusticia.net/files/es184.pdf) .
Otro tanto se puede hablar de la primavera árabe o el colapso irakí o sirio. Todos son intentos de las potencias occidentales para imponer modos de vida y organización política y económica culturalmente extraña a esas regiones. Pero claro, esto es un planteo obsoleto, ya que en la era de la sociedad global no existen diferencias culturales. Eso nos dicen los publicistas del sistema colonial, pero no es lo que nos dice la realidad cotidiana.
Y así, en el interés por buscar formas de vida más dignas, poder salir de situaciones de esclavitud física o moral, escapar a la violencia o alcanzar espacios de desarrollo personal se fueron llenando de muertos las playas de Lampedusa, de campos de refugiados maltratados y hacinados en los Balcanes o las alambradas y los muros en los dominios españoles al norte de África.
Hasta que vimos a Aylan muerto con sus ropitas intactas en una playa, con su niñez abortada en los deseos de sus padres de no ser exterminados por el Isis o por el Estado turco. Con él murieron también su hermano y su madre. Todas víctimas de la misma desgracia que conmocionó al mundo. A partir de allí la sociedad se lleno de horror y solidaridad por el niño muerto y durante unos días vivimos una orgía de promesas, que sin dudas duraría hasta que un nuevo tema saque a los migrantes obligados del centro de la escena periodística.
Y todo sigue igual. En Medio Oriente sigue la barbarie violenta. En Libia la anarquía generada por los servicios secretos occidentales. La nación Kurda sigue siendo hostigada por los turcos, y tantas miserias más. Pero ninguno de los actores políticos de los países que dominan militar y políticamente el mundo piensa en dar respuesta a los gritos estremecedores de miles de Aylan que están pidiendo: “detengan el desastre”, porque para detener el desastre es necesario reconocer que en el mundo de la globalización dirigida, algunos son más ciudadanos que otros y no todos tienen los mismos derechos. Deberían reconocer que la globalidad sirve para que en todo el mundo consumamos sus productos pero no que para que todos seamos igualmente libres.
La globalización capitalista occidental mató a Aylan y su familia. Me dirán que no apretaron el gatillo ni soplaron los vientos que hicieron naufragar la balsa que lo transportaba, no me interesa. Cuando permite que un niño muera de hambre en la selva formoseña de Argentina o muera ahogado en el Mediterráneo, el capitalismo deshumanizado ha sido el asesino.

Prof. Jorge Gerbaldo

24/9/2015

1 comentario:

  1. Es hora de dejar que brote la confianza
    porque hay un sol porfiado que amanece.

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