martes, 1 de septiembre de 2015

NOTAS ACERCA DEL ARTÍCULO “LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN EN DEBATE” DE GERHARD MÜLLER. EN “DEL LADO DE LOS POBRES”

Nos dice Josef Sayer, presidente de Misereor y prologuista de este trabajo conjunto de
Gutiérrez y Müller: “Teología latinoamericana, en el sentido de la teología de la liberación,
significa conocer la realidad de los pobres y adoptarlo como punto de referencia para la
reflexión teológica. De esta manera, hacer teología significa unir estrechamente fe y vida”.
Alguna información sobre Gerhard Müller: Teólogo alemán, quien fuera Obispo de
Ratisbona, actualmente es Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Conoce a
Gustavo Gutiérrez a partir de un intercambio de teólogos alemanes con pares peruanos, el
cual lo motiva para interiorizarse del pensamiento teológico latinoamericano y su correlato
pastoral. Es así que durante 15 años, dedicó parte de sus vacaciones académicas para dictar
cursos a agentes pastorales y sacerdotes peruanos, en muchos casos inmersos en las
profundidades andinas, compartiendo la vida de esas comunidades.
En octubre de 2011, con ocasión de su nombramiento como Prefecto, en una entrevista
publicada por el Vatican Insider, señala con respecto al pensamiento de Gustavo Gutiérrez: “La
teología de Gustavo Gutiérrez, al margen de cómo se la considere, es ortodoxa porque es
ortopráctica y nos enseña el correcto modo de actuar cristiano, ya que deriva de la fe
auténtica”.
Para Müller, debatir con la teología de la liberación significa asumir su discurso teológico
y tomar parte con él en el proceso social y eclesial de Latinoamérica. Así, debate
comprometido con una realidad que intuye inevitable de ser consideradada.
Luego de esta sencilla presentación del autor y del tema que aborda, me parece
importante descubrir junto con el Dr. Rosolino en su obra “La teología como historia”, que debe
tomarse a la historia como lugar de la mediación hermenéutica de la verdad. Éste es el
problema que el mundo moderno plantea a la teología, y por tanto será la novedosa respuesta
que la teología da, para acabar con el enfrentamiento entre la fe y la cultura moderna. Nos
dice Rosolino, las palabras de Monseñor Angelelli: “Un oído en el Evangelio y otro en el pueblo”
resumen la permanente tensión-atención entre Palabra e Historia.
Müller, intenta en este artículo, revisar los principales cuestionamientos que como teólogo
europeo conoce que sufre la teología latinoamericana. Él mismo, parece leerse entre líneas,
tiene una especial relación con esta teología, que se mueve entre la comprensión y la crítica, si
bien no a su ortodoxia, si a la metodología y algunas fuentes de la que abreva el discurrir de
esta teología.
Es por ello que él mismo nos alerta sobre su interés respecto a la teología de la
liberación: parte de su mismo atractivo respecto a la realidad económica, social y eclesial
latinoamericana y sus condicionamientos histórico-eclesiales. “…el trabajo del teólogo es la
palabra de Dios que es sólo una, está dirigida a la humanidad y a su única historia, y
solamente puede ser interpretada en el plano de lo universal/histórico y lo universal/social.
Poniendo basa en una tierra concreta, no ya en un mundo genérico, el cardenal Müller
descubre para su lector que se hace teología desde lugares que se transforman en lugares
teológicos: “La pregunta de fondo, formulada teológicamente, dice: ¿cómo se puede hablar de
Dios, de Cristo, del Espíritu Santo, de la Iglesia, los sacramentos, la gracia y la vida eterna,
teniendo a la vista la miseria, la explotación y la opresión de los seres humanos del Tercer
Mundo…?
Para ello, debe romperse con el dualismo escolástico del mundo natural y el orden
sobrenatural. Y para lograrlo contamos con la concepción integral bíblico-hebreo, de la unidad
de la existencia humana, personal, espiritual/corporal y social. A partir de ahí hay que concebir
de nuevo y formalmente toda una sistemática de la teología.
Müller encuentra en la praxis y el primado de la praxis un encuentro integral con la
realidad y la participación en el proceso de su realización social e histórica, así ya la teología
teórica y la teología práctica son imposibles de separar. De toda teología surge una praxis que
se concibe primero intelectualmente para llevar los principios de la fe a la realidad concreta y
material.
Bruno Forte, nos habla del triple ingreso de la historia en la teología:
- El primado del objeto puro;
- la dignidad del sujeto humano, la razón histórica y el ingreso de la escatología; y
- la relación teoría-praxis.
Casi en coincidencia, Müller nos plantea tres instancias metodológicas para la teología:
- Primero, la participación del cristiano en la praxis de Dios que libera al hombre en la
historia, una participación que implica acción, sufrimiento, conocimiento.
- Segundo, la reflexión crítica y racional sobre esa praxis a la luz del Evangelio.
- En un tercer paso, también crítico y reflexivo, la transformación de la realidad.
Por ello, teología e Iglesia cambian su sentido en una teología contextualizada, a partir de
la definición del Vaticano II, para quien la Iglesia no es ya una institución que administra la
salvación. Sino que la Iglesia en conjunto (con los laicos y la jerarquía, que son sus miembros
internos) se convierte en signo e instrumento de la unión de Dios con los hombres y de los
hombres entre sí. Así se convierte en sujeto actuante de la acción liberadora y de la praxis
histórica de la liberación. Nace el poder histórico de los pobres, quienes al participar como
sujetos en el proceso de la historia son al mismo tiempo sujetos y actores de una empresa de
liberación.
La novedad de la teología de la liberación, no es ya el ofrecer nuevos temas a la
teología, sino en establecer una nueva metodología para procesar los planteamientos y
contenidos de clásicos de la teología católica. Estos principios metodológicos, serían:
- El análisis social
- La sistematización hermenéutica
- La pastoral práctica y sus aplicaciones.
Nos decía Gustavo Gutiérrez hace dos años en esta misma casa, que le consultaban qué
temas trataba la teología de la liberación? A lo que él contestaba que desarrolla los temas que
toda teología debe considerar, la especificidad está en el método de análisis que pone al
sufriente en un lugar teológico privilegiado.
Esto mismo nos transmite Müller y por ello ve en la metodología de la teología de la
liberación el centro hermenéutico del cual generar el debate y la comprensión de esta escuela
teológica. Así, la considera sucesora de la Nueva Teología francesa de Henri de Lubac con sus
proyecciones sociales y de la teología de la gracia de Rahner, aplicada a la historia y a la
sociedad.
Pero quiero centrarme en lo que tal vez tenga de más conflictivo en la crítica a la teología
latinoamericana, que es su análisis social (primer elemento metodológico, según el autor).
Esta teología empieza considerando que nuestra relación con Dios y nuestra situación en
el mundo y en la sociedad son partes de una misma realidad. Pobreza, es el resultado de
condiciones de existencia estructurales e insalvables que destruyen la vida de millones de
seres humanos.
Descarta de todo cuestionamiento que tenga algo que ver con la ideología totalitaria del
comunismo leninista y stalinista, ya que no considera al hombre como un simple producto
ensamblado a partir de condicionamientos materiales. El hombre es una persona creada por
Dios y convocada por Dios para una obra.
No obstante, considera la opresión, fruto de sistemas económicos del mercantilismo, de
la moderna industria capitalista de los Estados centrales y de sus agentes en las poderosas
empresas multinacionales, que produjeron la marginalización del Tercer Mundo y la
pauperización de grandes masas populares.
Entiende que cuando la T.L., utilizando un lenguaje marxista habla de “luchas de clases”,
no lo plantea como el aniquilamiento de hombres de una clase contra otra, sino que debe
entenderse de la lucha de la gracia contra el pecado, en la cual debemos tomar posición. La
teoría de la dependencia y los movimientos liberacionistas latinoamericanos surgieron como
fuente inspiradora de una nueva forma de ser Iglesia, que junto a la pedagogía de la liberación
intentan dar respuesta a un sistema global de opresión desde los países centrales
(específicamente Estado Unidos y Europa) y recupera el concepto de dignidad de la persona
humana más allá de su situación social.
Pero uno se preguntará el por qué del interés de un teólogo europeo por una teología tan
contextualizada como a simple vista parece ser la teología de la liberación y tan lejos de sus
propios intereses sociales y académicos. A esto Müller responde diciendo que la teología se
desarrolla en el contexto eclesial que es único y universal más allá de las situaciones de cada
Iglesia particular y sostiene que le ha interesado la teología de la liberación porque las
relaciones sociales, económicas y eclesiales de los seres humanos en Latinoamérica, son una
dimensión objetiva de su propia existencia y de sus condicionamientos históricos, sociales y
religiosos. Su visión teológica de Dios sólo es posible en el marco universal y escatológico en
que se realiza la salvación en la historia de la humanidad. Iglesia es una y si dejamos sufriente
a alguien, no estamos construyendo Iglesia. No interesa si vivimos y estudiamos en una capital
desarrollada, sólo seremos uno si miramos la realidad desde el todo y ese todo, desde el
anuncio evangélico tiene su opción en los pobres, en los que sufren, en los perseguidos, en los
oprimidos.
En definitiva, del desarrollo del artículo que estamos analizando, surge para Müller que no
se concibe una teología fuera de la historia. Sólo desde el hombre anclado en su realidad (que
es global y por tanto única) puede pensarse a Dios. La historia ingresa en la teología, porque
la teología ingresó a la historia. Y lo hace a partir de la recuperación del principio epistémico
del Evangelio en donde el pobre, el sufriente, el oprimido, el rechazado, la víctima, se
transforma en un modo de lectura del Reino que no puede obviarse. Desde ese punto de
referencia, la Palabra, la gracia, la historia de la salvación, la escatología, son vistas y
recreadas con ojos que parecen nuevos, pero que no son más que los ojos que miraban en el
mensaje kerigmático de la primera Iglesia. Es la recuperación del mensaje del Reino que mira
a los hombres en su situación vital y trascendental.

Prof.Jorge Gerbaldo

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